¿De que se trata?
El fracking, o fractura hidráulica, es una técnica utilizada para la extracción de gas y petróleo de yacimientos no convencionales, especialmente de formaciones de esquistos (shale). Este proceso implica la inyección de una mezcla de agua, arena y productos químicos a alta presión en el subsuelo, lo que provoca la fracturación de las rocas y permite que los hidrocarburos fluyan hacia la superficie.
Principales características del fracking:
Proceso de extracción: Se perfora un pozo vertical y luego se realiza una perforación horizontal en la roca, permitiendo el acceso a grandes áreas de formación de esquisto.
Uso de agua: La técnica requiere grandes volúmenes de agua, que se combinan con aditivos químicos para facilitar la fractura de las rocas. Este uso intensivo de agua ha generado preocupaciones sobre la disponibilidad de recursos hídricos y la contaminación de acuíferos.
Impacto ambiental: Existen preocupaciones significativas sobre los efectos del fracking en el medio ambiente, incluyendo la contaminación del agua, la liberación de metano (un potente gas de efecto invernadero) y la posibilidad de inducir sismos. Estos riesgos han llevado a un debate sobre la sostenibilidad de esta técnica en el contexto de los objetivos de desarrollo sostenible.
Controversias sociales: En diversas regiones, como el Magdalena Medio en Colombia, las comunidades locales han expresado su oposición al fracking, argumentando que no reciben beneficios claros y que enfrentan problemas ambientales y sociales debido a la actividad de las empresas petroleras.
En resumen, el fracking es una técnica controvertida que, aunque puede aumentar la producción de energía, plantea serias preocupaciones sobre su impacto ambiental y social, lo que ha llevado a un debate continuo sobre su uso y regulación a nivel global.
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